Proceso Portraits
Cada vez que me acerco al final me corre un entusiasmo pavoroso por el cuerpo de que sea visto, de que salga y lance ya por su cuenta su propio grito, su propia luz para tocar a quien ose sentarse frente a frente a contemplar por un momento, esperando logre su encomienda.
Al finalizar posiciono el nuevo papel o lienzo para empezar de nuevo.
Termino a un personaje para empezar otro. Así es mi proceso de pintura. Escojo y observo a cada uno de a quienes trabajo. Parto de lo más superfluo en dirección a lo más íntimo y profundo, llegando justo hasta donde me dejen, o dónde yo me interese, aunque llegar a lo más profundo siempre será lo más atractivo pues me incrementa los elementos para diagnosticar y representar finalmente en la superficie pictórica en este trabajo lírico denotativo.
Observo el exterior del personaje, su atuendo y masa corporal, postura, palabras, tonos, gestos. Al encontrarme a solas de cara ya al inicio en el papel o el lienzo estudio casi milimétricamente cada rasgo, tonalidad de piel, gesto, musculatura, luz, sombra… manchas. Afilo lápices y empiezo a medir, una y otra y otra vez para trazar la línea, que es como ir leyendo letra a letra un texto para convertir la acción, conforme avanza el dibujo, en un zurcido de sastre. Llegar a la pintura es la parte mas retadora de mi trabajo, hablar con el color, con la mancha de él o ella. Termina siendo una danza entre el material y mi mano o entre mi mano y mi cabeza.
Pincelada sobre pincelada se va reconstruyendo la realidad de mi mirada, en un trozo de su cuerpo es donde represento su identidad peinada con la mía.
Cada vez que me acerco al final me corre un entusiasmo pavoroso por el cuerpo de que sea visto, de que salga y lance ya por su cuenta su propio grito, su propia luz para tocar a quien ose sentarse frente a frente a contemplar por un momento, esperando logre su encomienda.
Al finalizar posiciono el nuevo papel o lienzo para empezar de nuevo.